En muchas mesas de las inminentes fiestas navideñas desfilarán platos con suculentas alcachofas. Lujuriosa, suculenta, distinguida y saludable, la apreciada hortaliza lo tiene todo. Y, sin embargo, el 26 de diciembre de 1935, Nueva York impuso la total prohibición de la alcachofa en cualquier medio y ámbito. Una decisión poco menos que descabellada y que no respondía a motivos sanitarios o alimentarios, sino a combatir a la mafia.
En España nos encantan las alcachofas, pero la profunda pasión que sienten en Italia por esta flor vestida de verdura es otra historia. No es de extrañar que fueran precisamente los inmigrantes italianos quienes introdujeran y difundieran sus bondades en Estados Unidos, un país que, con contadas excepciones, desconocía su mera existencia hasta finales del siglo XIX.
La inmigración europea no solo contribuyó de manera decisiva a dar forma a la heterogénea cocina estadounidense, también llevó sus costumbres, técnicas, utensilios e ingredientes.
La cocina italoamericana es, posiblemente, de las más populares de todas las ramas que surgieron, pero su peculiar vínculo con la mafia no es tan conocido. Más allá de la idea de lo mucho que disfrutaban de la buena comida sus integrantes, claro.
La alcachofa en Estados Unidos
Cultivada y consumida en las regiones mediterráneas desde hace más de dos milenios, la alcachofa era una desconocida en el continente americano. Los italianos recién llegados a la tierra de las oportunidades no iban a quedarse sin su preciado manjar, pero había que buscar el lugar idóneo donde poder cultivarla.
Las condiciones climáticas y de suelo que ofrecían los terrenos del norte de California se presentaron como el ambiente ideal para que properara su producción, y así fue. En pocos años, las plantaciones de alcachofa en la zona se multiplicaron y el público estadounidense pasó de ignorar esta verdura, a aprender a cocinarla. Pero sus grandes consumidores seguían siendo italoamericanos.
Mientras que la alcachofa se pagaba a precio de saldo en la propia California, el empresario John Debenedetti se dio cuenta de que la gran demanda por la amada verdura en la costa este, especialmente en el norte y toda el área neoyorquina, multiplicaba su precio. El negocio estaba claramente en la exportación a otros estados del país.
En 1917 fundó una asociación de productores al sur de San Francisco y se puso en marcha una potente ruta comercial que llevaría toneladas de la verdura hasta la otra punta del país, en novedosos camiones refrigerados, para colmar los mercados de los barrios italianos. En muy pocos años la alcachofa, más concretamente la variedad baby, pasó de ser un producto raro y exclusivo a una hortaliza más, que incluso aparecía en libros de cocina dirigidos a las amas de casa estadounidenses.
Un lucrativo negocio para la extorsión
Creciendo prósperamente en California y vendiéndose a precios generosos en la otra costa, el comercio de alcachofas se hizo demasiado tentador para ojos codiciosos. Codiciosos y criminales.
Ciro Terranova2
Una de las mayores organizaciones mafiosas que por entonces tenían más influencia, la familia Morello-Terranova, ya empezó a echarle el ojo a las alcachofas que llegaban a Nueva York en la primera década del siglo. Entonces solo imponían un impuesto especial a las mercancías entrantes, hasta que Ciro Terranova, subjefe de la organización, decidió sacarle más partido.
No contento con sus negocios paralelos ligados a las apuestas, el juego o el alcohol, Terranova se hizo con el control absoluto de la compraventa de alcachofas en la ciudad, extorsionando a los importadores a venderles las cajas por una cantidad irrisoria, para luego venderlas a los comerciantes multiplicando su precio.
Esta lucrativa operación le valió el apodo de ‘El Rey de la Alcachofa’ (The Artichoke King) y le proporcionó cuantiosos beneficios durante un par de décadas, llegando a actuar directamente en los campos de California intimidando a los agricultores; según algunas fuentes incluso incluso lanzaron bombas de gas a los cultivos usando avionetas.
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